sábado, 20 de octubre de 2018

La noche del vestido

Era la puesta de largo más bonita de la ciudad. No había un evento igual desde hacía años. Todo el mundo quería ir. Tener una de aquellas pequeñas tarjetitas de cartón se había convertido en lo más codiciado del momento. Todo el mundo quería verte. Todo el mundo quería vernos. 

Ocurrió ya entrada la noche, los coches se agolpaban en las puertas del edificio de la celebración. Las mejores galas salían de aquellas máquinas con ruedas como en cualquier otro desfile de Milán. Gucci, Dior, Carolina Herrera... no faltaba un detalle, no sobraba un adorno. 

Entré cuando la casa estaba a rebosar. La gente se acercaba a saludar y me felicitaba por el mágico ambiente de aquella velada. Yo andaba de aquí para allá sin querer pararme mucho en cada conversación e intentando buscarte con la mirada.

Iban pasando las horas, íbamos con retraso. Se sentía una leve tensión en el ambiente. Ya había finalizado el cóctel y no habías aparecido. Tampoco supe nada de ti con las primeras copas de champán. 

Empecé a recorrer una a una cada habitación. Seguí el aroma de tu perfume escaleras arriba. Todo olía a ti. El mundo entero me dijo esa noche lo guapa que estabas. Ibas a ser la mujer más envidiada de   
todo Madrid. Me daban la enhorabuena por ser tu acompañante. 
Era nuestra noche, y tú no estabas.

Se me fue la cabeza por completo cuando sonó la música del primer baile. Lo habíamos hablado tantas veces. Sólo me querías a mi y a ese vestido combinados en un compás lento de piano.¿Por qué no estabas?. No te podías haber arrepentido. No podías haberme hecho eso; porque sólo cuando me mirabas a mí, sólo entonces, dejaba de ser hielo.

Se comentaba que te habías ido. 
Que ya era tarde y que ese no era tu vestido. 
Se escuchaba en las esquinas 
que te pusiste el abrigo 
porque necesitabas algo más de aguja, encaje e hilo.

Te prometo que sólo dudé un segundo.
Qué eterno se me hizo.
Subí a la planta alta y miré por la ventana
ahí estabas tú llena de dudas,
que si pintalabios rojo, granate o más tirando a púrpura.

Me reí. Te dije: "cariño, ya es la hora". Tú también sonreíste. 
Bajamos a la sala principal. Aplausos, música. Qué bien bailamos. Estabas preciosa de largo. Definitivamente era tú vestido.